historia-macizo-maladetas-afcecToda gran montaña tiene una leyenda y el macizo de la Maladeta no podía ser menos, también tiene su historia.

Su historia

Alejado de todo, el Macizo de la Maladeta y el Aneto eran terreno desconocido para aquellos montañeses que se resistían a perder sus creencias paganas, los mitos y las leyendas de las montañas.

Cuenta la leyenda que un grupo de ocho pastores y sus más de mil cabezas de ganado disfrutaban de los verdes pastos de esta montaña. Pero su avaricia y la negación de hospicio a un despistado peregrino enfadó de tal forma a los señores de la tierra que condenaron a este pequeño edén a enfriarse para siempre. Los pastos se congelaron y su lugar lo ocuparon los glaciares. Las ovejas se transformaron en rocas sobre el hielo y los ocho pastores se alzaron hacia el cielo convertidos en las ocho puntas del macizo.

Muchas otras historias y mitos giran en torno a esta cumbre, pero quizás esta sea la primera de la que se tiene constancia.

El final del silencio

En el S.XVIII comenzó a despertarse el interés por las montañas. Hasta entonces nadie subía a ellas, solo se utilizaban los pasos más accesibles a través de los puertos y collados como vías de comunicación entre pueblos.

En esta época la necesidad del control militar pasaba por una cartografía del territorio, y los cartógrafos se convirtieron en los primeros montañeros de la historia, los primeros hombres que se fijaban en las grandes cumbres y las dibujaban y medían con más o menos acierto.

En aquella época la intuición del cartógrafo francés La Blottière se aventuró a desbancar al Monte Perdido como la mayor altura de los Pirineos, centrado las miradas sobre el Macizo de la Maladeta. Las nieves perpetuas y el espesor de la masa de hielo fundamentaban su hipótesis que años más tarde se confirmaría.

Ramond de Carbonnières

Ramond de Carbonnières, un ilustrado francés, junto a Vidal y Reboul, se cansaron de dibujar y medir montañas y comenzaron a recorrerlas, documentando sus rocas, sus fósiles y sus plantas. Querían conocer lo desconocido, sentían la necesidad de ser los primeros en estar donde nadie antes había estado.

Todos estos impulsos fueron los que llevaron a un joven Ramond a intentar ascender la montaña maldita para los montañeses, aquélla en la que el pasto se congeló en épocas pasadas: la Maladeta.

Este intento de ascensión fallida permitió a Ramod contemplar desde una mejor perspectiva la verdadera dimensión de una punta escondida detrás de la cresta de los Portillones: el Aneto.

 

Primeras ascensiones